¿Es Loquillo una figura tan relevante como para centrar un documental de estas características, cuando en los últimos trabajos documentales de perfil musical -a nivel internacional, cierto- las miras se han puesto en gente como Dylan, los Stones, Neil Young...? Una gran mayoría dirá que no, que Loquillo no está a la altura. Una minoría peleona y nostálgica gritará: qué carajo, a los que nos interesa nos parece cojonudo.
Y así es, y será. Carles Prats es la figura extraña que pergeña este título pequeño pero superviviente que se verá en muy pocas salas del país, que ya anda circulando también en DVD y que se ha llevado algún que otro premio por el camino. Prats es un tipo curtido en televisión y que siempre se ha preocupado por dejar claro su cariño hacia Sergio Leone (ahí está su documental Sergio Leone: cinema, cinema) o incluso hacia el cine de género europeo, en general (Once upon a time in Europe).
El documental es su género. Con él ha ido profundizando en sus intereses y ahora pone su mira en la figura ancha y elevada de Loquillo. Lo hará con un cierto poso de cariño y difícil será escuchar voces críticas que aporten más enjundia al retrato, que lo enriquezcan. Una lástima porque es así, sin dejar fuera nada ni a nadie, como se erigen las figuras más poderosas y admirables. Aquí, probablemente, tendremos la declaración de rendida admiración de otros nombres bien conocidas de la industria como Andrés Calamaro, Jaime Urrutia y otros.
Con todo y con eso, no le va a faltar a Loquillo leyenda urbana ese runrún peleón, bien cargadito de ritmo, jamás resignado -aunque la veterana rock star ahora haga anuncios de Coca Cola. Que nos cuente una y otra vez por qué va de negro.