Y ha sucedido aquello que sopesaba, que no hay héroe ni final de héroe. Algunos dirán que precisamente la película no es sobre un héroe, y yo diré que si es así porque lo presenta como tal durante el film. Salvo bastante pero tras la muerte del rey leproso la película vaga y solo se salva por algunos planazos del sitio que es una escena de batalla impresionante pero muy provocada, con la típica sorpresa que esconde de un Balian listo como no hay, ja.
La primera parte, hasta su llegada a Jerusalén es bastante bien llevada, pero a partir de ahí aparecen una serie de conversaciones que tienen deslices hasta llegar a la parte final donde no se sostienen. Como ejemplo el encuentro con los caballeros de Godofredo, ese interrogatorio sobre los ojos de su padre, Jaja. La película se sostiene con el cariño del público por un personaje destinado a todo en mitad de un trama de fuerzas en una ciudad agónica que se escapa de la guerra como no las hay.
Tras la muerte del rey, ese personaje comunista se ve manejado por la mujer, sus estúpidas maneras de ser tan lista o hacérselo, una escena de sexo muy deficiente, y un malo maloso que resulta patético aún sin remarcar la escena en la que Balian se salva de su intento de asesinato. Todo se va desmoronando, pero la cercanía de la batalla espectacular y Saladino la mantienen más o menos hasta que el final descuidado que presenta a un Balian que boga por salvar a sus hombres es tonto porque tiempo tubo de entregar la ciudadela, sin tener que provocar batallas y muertes.
Resume la película, un señor como Jeremy Irons que se marcha a pesar de ser el momento de su presencia cuando ya todo está perdido y la guerra es inminente. Está para nada, se va cuando es importante quedarse, como nuestro personaje.
La excusa de ser defensor de la gente que le necesita es un burdo efecto que se le escapa de las manos a un guión provocado en su final, demasiado largo, con un mensaje político y una presencia eclesiástica de risa e innecesaria. Se pierde.