Desde la difícil posición de un realizador que emprende la necesidad de hablar de la fe y de los tiempos que se vienen difíciles y últimos a cada día, sin un solo duro y bastante desprotegido de las ayudas, aparece un film con este poco interés para la taquilla, pero que viaja más allá de una historia más, y se centra en la fe, la necesidad de ella, las formas de ausentarla o poseerla en lo que no podemos negar siempre ha sido un paradigma que va más allá de lo puramente cristiano.
Lo único que me exasperará de la película, supongo, será el toque bíblico que siempre se tiene que imprimir, para forzar que esos conceptos, enormemente lejanos a los espectadores de una generación de cine más acostumbrada a la fe en los tiros que a la de Dios. A pesar de esto, si la historia de un pueblo olvidado en la guerra, con no más de cinco personajes que pelean por sobrevivir con la ayuda de sus creencias, y un desertor que aparece para repiquetear la desesperanza de sus vidas, me lleva de verdad a reflexionar, será un buen trabajo a agradecer.