La primera película de Eduardo Chapero-Jackson (rememora al personaje en la entrevista precrítica), uno de los cortometrajistas más laureados y seguidos del panorama nacional, es una evento que va a provocar las miradas de muchos enamorados del cine que quieren volver a ver la sensibilidad y el saber hacer de fotografía de cortometrajes como Contracuerpo, Alumbramiento y The end que fueron unidos en el estreno A contraluz.
Sin embargo he de avisar a propios y a extraños de que el salto al largometraje lo va a hacer a lo grande, saliendo de la tranquilidad de los primeros trabajos en noveles y alejándose de lo que conocemos, para entrar de lleno en la sorpresa, en cine de género o incluso creando el suyo propio. Fusión de estilos, tecnología a sus manos y una historia profunda pero a la vez mágica por así decirlo. Suena tremendamente chocante pero así se asegura que hablen de él, aunque pueda ser que mal.
Yo de lo que estoy seguro es de que esto tiene truco. Puede que el formato, incluso la estética cambie, pero la necesidad de ahondar se ha visto clara en su cine corto, hasta el momento, y de eso no se desprende nadie fácilmente. Así que aunque durante todo el film me pueda hasta sentir decepcionado por un flipe (cosa extraña que no se espera) esperaré hasta el final, porque seguro que con este justifica los medios.
Película que ha de aceptarse como curiosidad y aprendizaje, como evento, como necesidad de ver debido a su importancia vital en la vida de un artista, desde luego no va a ser un trabajo cobarde sino una película que no va a dejar indiferente a nadie y que puede encumbrar a un chico con trípode en un director de referencia con cámara. Cuidado.
PD: Miguel Ángel Silvestre (La distancia) y Verónica Echegui (La mitad de Óscar) los grandes y la prota de un casting de instituto, Alba García. Todo esto me recuerda a El corazón del guerrero, que con este rollo simbolismo triunfó formalmente hace años.