En esta ocasión no se puede hablar de cine iraní aunque lo hago un inarí como Abbas Kiarostami, sería como catalogar el cine de Pedro Almodóvar como cine español, y no lo es. Vuelve además a hacer cine lejos de su patria, y no digo que esto sea imprescindible y necesario, pero es que lo hace fuera de la gran industria, camino más que normal en la mayoría de cineastas lejos de su entorno. Japón su nuevo destino.
Después de la muy querida y aplaudida Copia certificada, una valiente y moderna película con Juliette Binoche formidable, nos presenta otra entrada de lleno en la mente humana, sus relaciones personales y la fuerza de las rarezas de cada uno de nosotros. La comprensión, los anhelos, las carencias afectivas, todo entra en el cine calmado y claro del director.
Me apetece este nuevo viaje por las pertenencias íntimas del intrincado camino de la desobediencia de las normas, me apetece este río de sinceridad vital que resurge de lo más profundo del sentimiento. Me apetece Abbas Kiarostami.