Black Snake Moan tiene una pinta misógina que no puede con ella. Esa pinta de película pulp, agresiva, sucia, sudorosa y con ese puntito zafio que sólo muy de vez en cuando le sienta bien a alguna película. Muy pocas veces. Aunque esta podría ser una de esas excepciones; desde luego tiene ingredientes, tiene poso musical, bluesero, y tiene a dos actores muy interesantes.
Bajo todo ese sudor habrá que ver si la curiosa premisa argumental que nos proponen, que no entraré a desvelar, les permite también pasar a contar realmente algo más (algo, pediría más bien) o se queda en ese morbo sudoroso y machito de ver a Christina Ricci ligera de ropa, completamente salida y a nuestra merced.
Y es que mucho me temo que ese puntito morboso acabará por comerse el resto de expectativas que puede crear el film, y quedarse en un pulp sureño, sí; sucio, cómo no; agresivo, quizás, y sudoroso, por supuesto... pero vacío, tontorrón, aburridete y, después de todo, con mucha menos carne de lo que parecía.
Pero, qué coño, por el camino habremos disfrutado de un par de buenos blues.