Si has visto la película en versión doblada, es como si no la hubieras visto. Ya, ya sé que esto se dice muchas veces, pero cuando la inmensa mayoría del humor de la película se basa en la gracia de las imitaciones de sus protagonistas y en sus detallados matices, no escuchar su voz real es un completo disparate.
Aclarado este punto, lo primero es ser
sincero: eso es lo que tenemos en esta película, un conjunto
divertidísimo de gags de una pareja con mucha gracia y con un pique
divertido que ya conocíamos de A cock and bull history. Poco más.
Michael Winterbottom les deja hacer a su aire y se limita a incluir
unos hilos argumentales generales, que si bien no terminan de colar
demasiado dentro del estilo reality de la película, sirven para
mantener una cohesión que haga avanzar la historia. También este
juego de realidad - ficción hace que la podamos llamar película.
Entre tanto, el supuesto centro de la
cuestión, la gastronomía, pasa a un plano absolutamente secundario.
Solo importan esas conversaciones desternillantes en la mesa. La
tesis doctoral sobre la voz de Michael Caine, la presencia de Pacino,
de Allen, de Connery, de Christopher Lee...
La química de los protagonistas, los
geniales Steve Coogan y Rob Brydon; y el montaje
acertado, hace el resto. Habría que ver la versión completa para la
BBC sin los recortes, pero algo me dice que esta selección para cine
nos deja lo más interesante.