Al final, La conspiración del pánico resulta un entretenidísimo compendio de referencias, ideas adaptadas y constantes recuerdos a varios, muchos momentos de la filmografía de Hitchcock. La mayor por parte de ellos sin ninguna vergüenza ni disimulo, con mucho descaro.
Lo mejor de la película está, por supuesto, en cada instante en que Shia LaBeouf y la chica de turno saltan de aquí para allá huyendo de cada una de las situaciones en que se van metiendo, sin pretenderlo. En ese sentido, los primeros rifirrafes, los primeros sustos, los primeros saltos y las primeras fugas son las mejores, con Shia solito, sin ayuda de nadie. Luego llega ella, Michelle Monaghan y se entienden bien y todavía el ritmo es bueno, pero el misterio de los primeros instantes se va perdiendo.
Shia es bueno, muy bueno, para películas de este perfil, imprime a cada gesto y cada mirada una tensión que transmite toda la desesperación y, a la par, determinación de su personaje. Un digno sucesor para Tom Cruise o Harrison Ford en el género. Además, se encuentra con que la película no tiene reparo ni sentido del ridículo y decide llevar su premisa argumental al extremo, con un ordenador facha y proConstitucional que no tiene reparo en manejar grúas de desguace para juguetear con coches en plena persecución policial, o escenitas similares, tan saludablemente desvergonzadas. Todo esto es tan poco serio como divertidísimo.
El problema es que, a la par, nos cuelan por ahí a Rosario Dawson, la historia del hermanísimo de Shia, la investigación, la lucha in situ contra el ordenador... y todo eso ni interesa ni acaba por aportar una base de enjundia a la trama-persecución principal. Por eso, ver a la Dawson golpeando desesperada al ojo de águila no sé si resulta más ridículo que aburrido o viceversa.
La consecuencia principal es que el desenlace acaba por no interesar demasiado; sabemos que llega el momento de salvar al presidente y al país, que lo lograrán y que, lo peor de todo, esos disparos en la espalda de Shia tampoco servirán para matarle. Efectivamente, enseguida le tenemos ahí recibiendo la medalla de honor.
Por el camino quedan un par de coñas graciosas, mucha acción (alguna de las escenas es un tanto demasiado caótica, pero son fallos menores) y mucho entretenimiento sin prejuicios, un buen protagonista con ritmo, tesón y carisma, y referencias con las que no aburrirse: a Con la muerte en los talones, a El hombre que sabía demasiado...
Palomitas después del verano.