Agustín Díaz Yanes es un tipo muy interesante, aunque todavía tiene que acabar por encontrar realmente su verdadero estilo, su firma, el ritmo y cadencia propias que definan su pulso como artista. Sus películas tienen quizás algunos puntos en común, más de lo que pueda parecer a simple vista, pero aún así son demasiado diferentes entre sí y, sobre todo, sigue siendo un realizador que pliega mucho sus elecciones formales a soluciones rumbosas y lucidas que ya hemos conocido en el cine norteamericano.
Aún así, también hay que decir que, en general, no se le da mal. Le funciona muy bien la violencia seca y dura de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. No le fue tan bien en Sin noticias de Dios, película en la que se lo pasaba muy bien trazando este y aquel planito. En Alatriste hubo cosas que funcionaron muy bien, y otras que menos. Y desde luego las batallas no fueron su punto fuerte.
Sea como fuere, me parece un nombre a tener en cuenta en el cine español presente y en un futuro a corto plazo, proque es un realizador sin miedo a probar con géneros y películas que en España no se prodigan y a las que, incluso, todavía se les tiene miedo.
En esa búsqueda de su propia identidad como autor, quizá por eso, Díaz Yanes regresa a uno de los personajes de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. No entraré a comentar nada más del argumento de la película, pero es importante entender la ubicación del film en la filmografía de Yanes, creo. Recupera pues un personaje y recupera un estilo, una dureza, una dirección, el polvo y la violencia.
Se rodea, además, de algunas de las actrices con más renombre del momento en el cine español. Victoria Abril ya demostró que funcionaba en este género en aquella opera prima; Elena Anaya es una mujercita dulce que fascina y aporta ambigüedad y misterio con sus ojos de distinto color; Ariadna Gil tiene arrestos, en Alatriste derrochaba poderío; Pilar López de Ayala es ese rostro hermoso que, digan lo que digan los premios por Juana la Loca (donde estaba muy bien), todavía tiene que consagrarse, aunque tiene tiempo por delante y poder, puede.
También hay pro ahí algún que otro hombre peligroso: Carlos Bardem o el Diego Luna de Y tu mamá también y La terminal. En definitiva, mujeres con arrestos y hombres desesperados que venden su alma a la eficacia de una pistola. Sangre.
Seguirán hablando de vosotras mientras no hayáis muerto.