Lo nuevo de Ang Lee es siempre recibido por mi parte con interés y con expectación. En mi humilde opinión, el director taiwanés se encuentra entre los cinco mejores directores en activo, y uno de los más innovadores y creativos de las últimas décadas.
Un director al que se le achaca, como tuve ocasión de leer una vez tras el estreno de Brokeback Mountain, de no tener homogeneidad en las historias que cuenta. Algo absolutamente cierto, puesto que pasa de una película de acción y artes marciales como Tigre y dragón, a rodar un cómic como Hulk, a una sensible historia sobre la homosexualidad en la citada Brokeback Mountain, o a una tórrida película de espionaje como Deseo, peligro, o un texto tan clásico como Sentido y Sensibilidad.
Pero creo que lo que demuestra sus elecciones es su gran versatilidad, puesto que su estilo es muy reconocible con independencia de la historia que esté contando. Ahonda clasicismo y originalidad en sus narraciones, y se mueve como pez en el agua diseccionando sociedades. Con gusto y mimo por el detalle, sin olvidarse de ser megalómano y grandioso cuando la situación lo requiere, con personajes siempre muy bien trazados y definidos, aunque se trate de un bicho enorme verde.
Me espero de Taking Woodstock una película a la manera de La tormenta de hielo, cogiendo unos personajes y enmarcándolos en una sociedad, la estadounidense, que siempre le gusta observar al bueno de Lee. Una película sobre la génesis del gran Woodstock, basada en las memorias de Elliot Tiber. Me gusta escribir una precrítica sobre la génesis de un gran festival de música, justo a unos días de acudir a uno.
No veremos grandes nombres, ni grandes estrellas, en el reparto, pero sí enormes actuaciones con Liev Schreiber, Paul Dano, Emile Hirsch o Imelda Staunton.
Lo más curioso de esta película es que se la haya llevado Cannes, justo cuando Ang Lee va a ser jurado del Festival de Cine de Venecia 2009.