Ciertamente, siempre hay gratas sorpresas, donde uno menos pueda esperarlo. El proyecto más, a priori, inapetente, puede relevarse toda una delicia inesperada -y ojo, que es lo que algunos empiezan a rumorear, estupefactos, de esa supuesta patochada titulada "Virgen a los 40".
Bien es cierto que cuando según qué elementos se funden (el protagonista menos carismático, el guionista más torpe, el argumento más burdo, el realizador más desconocido), el nivel máximo alcanzable no suele levantar dos palmos del nivel de la mierda. Si huele a mierda y sabe a mierda, tiene que ser mierda. Sí.
O casi siempre. A veces uno tiene una corazonada extraña y extravagante, que uno mismo siente vergüenza de reconocer, y es realmente una gozada cuando descubre que esa corazonada que te impulsó a ver esa presunta chorrada ha funcionado. E incluso, otras veces, uno no sabe por qué ha ido a ver esa peli que parece una gilipollez, esperando que así sea, e voilà: ¡sorpresa!
Pero por supuesto esto no va a suceder con esta inmersión de mierda que sólo valdrá para que me lustre el posterior después de defecar con todo papel que por ahí encuentre y que le dedique más de dos líneas.
A no ser que sea una buena foto de Jessica Alba, claro.