Esta película que parece disfrazada de la calma oriental bajo el nombre de su director, parece que viaja entre dos mundos, distinta pero no por ella tan buena como para agradar a todos, puede que nos sorprenda tanto como para apuntarla o tan poco en otros aspectos para dejarla de lado.
Basada en un cortometraje de Albert Lamorisse de 1956, muy bien recibido en general en aquellos años de novedades en la dirección y el concepto del cine, juega al mismo juego pero en grande, jugándose el todo por el todo, a través de una familia y un título que quiere decir más.
El equilibrio en la forma de rodar, la distancia justa para no provocar opinión y solo narrar, puede ser el motivo de quedarse a un paso de ser plenamente aplaudida. Encuadres observables, bella fotografía y la actuación de un niño dicen que muy notable, y la grande Juliette Binoche (Las horas del verano).
Es una película de cámara vigilante, y no tanto de cámara descriptiva, de esas películas de la gran industria que nos cuentan hacia donde hay que mirar. Es una elección, el dinero puede quedarse perdido, en mi caso espero que no, pienso que no, quiero que no.