Comprendo que como documento de estudio para un interesado en el cine de Takeshi Kitano esto sea una joya. Se pueden ver todos los rasgos característicos de su cine y además exagerados, parodiados. Como automofa también vale. Al estilo de Swarchenegger en El último gran héroe, aquí Kitano se ríe de sí mismo sin complejos, se pinta como un cabrón presuntuoso e ingrato. Todo eso está muy bien y además da para mucho… y eso es lo peor.
Una premisa que podría dar para mucho, para juegos, para bromas, para análisis precisos se convierte en un batiburrillo de elementos desordenados y burdamente surrealistas. Por favor que consulte a David Benioff sobre esto de los sueños en el cine.
Una vez entramos en el “todo vale” del sueño, Kitano nos maltrata con una interminable sarta de situaciones de relleno, bailes, disparos, personajes que van adquiriendo diferentes roles, sí, sabemos que los sueños son así, pero no basta con eso, se le debe dar un interés, tiene que servir para algo. Mira que podría dar juego tener dos Takeshis.
Simplemente, me ha sido imposible mantener mi atención intacta durante la absolutamente excesiva duración de una película que pronto deja de tener argumento. Y mira que empieza bien, con esa prueba de casting con un humor al más puro estilo Woody Allen, con la Yakuza interviniendo en la prueba, muy bien.
Cada vez estoy más convencido: Kitano es un imitador, un falso buen director que sabe como debería quedar más o menos una película y qué tono debería darle pero no es capaz de afinarlo. No es bueno, sólo lo parece, y con esta película ni lo parece.