Los años han debido de ir sosegando a Abel Ferrara, puesto que este nuevo film que nos presenta a concurso en el Festival de Venecia, poco tiene que ver con su visión violenta y realista de su época dorada en los años noventa. Atrás quedan títulos como El teniente corrupto, El rey de Nueva York, The addiction o El funeral, que aún siguen recordándonos impactantes escenas que nos hacían sentir incómodos.
Sin embargo Ferrara tiene una idea que no pretende abandonar, la desesperanza. Aunque esta vez no retrate con su pasión característica esos personajes consumidos por adiciones, excesos o pasiones, si que se le abre una nueva dimensión para tratar la mente humana ante un invariable final. La premisa del fin del mundo vista desde los ojos de dos personajes, profundizando en los contrarios sentimientos, sin nada que ver con efectos especiales, por si acaso relaciona el argumento directamente con los títulos de Ronald Emmerich.
A priori puede parecer un tostón metafísico o filosófico, pero que nadie olvide que estamos hablando de Abel Ferrara, tan capaz de hacer una obra maestra como un bodrio infumable. La inestimable aportación de Willem Dafoe sin duda dará un punto adicional de dramatismo e intensidad a la historia. Seguramente será un interesante experimento, con lecturas y sensaciones que Ferrara quemara a fuego en el público, pero que también puede perderse entre un ritmo insufriblemente lento y unos diálogos interminables. Impredecible.