Crítica de la película Biutiful por Hypnos

El tándem Alejandro González Iñarritu (director de esta película) y Guillermo Arriaga (su guionista en sus tres anteriores y primeras películas) se rompió con gran estrépito para tirar cada uno por su lado, como un mal matrimonio.

La primera obra de Arriaga como director pasó sin pena ni gloria. Hablo de Lejos de la tierra quemada. La primera película de Iñarritu sin Arriaga llega como plato fuerte del próximo Festival de Cannes.

A bote pronto, cuando un guionista cree que su fuerza y su trabajo impregnan una obra, se suele equivocar. Recuerdo como ejemplo cercano el del gran Charlie Kaufmann, que decidió estar harto de no ser el director y filmó una irregular aunque interesante Synecdoche, New York.

Iñarritu viene de tocar casi el cielo con su anterior film, Babel, y habrá que ver si esta vez se anima por desmarcarse de la tan característica seña de Arriaga, la narrativa en forma de puzzle. Yo creo que sería todo un punto y toda una demostración de fuerza.

Esta nueva película de Arriaga se me presenta y antoja interesante. Para empezar ha contado con Javier Bardem como protagonista. Su sola presencia asegura intensidad. Circunstancia que le va como anillo al dedo a un director que parece formado en una especie de Actor's Studio para realizadores y que busca la intensidad en cualquier momento.

Junto a Bardem tenemos a unos cuantos actores españoles de lo más interesante. Hablo de Rubén Ochandiano, al que vimos como Ray X en Los abrazos rotos y que también su papel en Guerrilla; Blanca Portillo, una de las actrices españolas más interesantes con trabajos en Los abrazos rotos, Alatriste, Volver o Siete mesas de billar francés; Eduard Fernández, un grande, a quien hemos visto en Tres días con la familia, Tres días, El método u Obaba; Karra Elejalde, nuestro Nicholas Cage; por citar sólo algunos.

Por lo demás, en la producción vemos a los otros mexicanos Midas: Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro; en la fotografía a Rodrigo Prieto y en la música a Gustavo Santaolalla. Todo igual, salvo la ausencia de Arriaga.

Es la hora para Iñarritu de consagrarse como el gran director que cree ser.