Victoria Galardi nos presenta
aquí un retrato naturalista de una pequeña familia. Con un estilo
muy cotidiano nos acerca a cada uno de los personajes para mostrarnos
su verdadera faz, como siempre a la luz de cierta presión externa.
Por el camino, sazona con ciertos toques de humor amable. La sonrisa
en el espectador es un salvavidas al que aferrarse en una corriente
que avanza sin demasiado empuje.
El problema básico es, tanto el
argumento, como el análisis de los personajes se resuelve en el
primer tercio. Desde el punto de vista argumental, más allá de esta
primera parte, simplemente se van solucionando o torciendo los planes
de cada uno sin mayor sobresalto. La casa se vende sin que por ello
haya ninguna discusión o efecto posterior. Los hechos simplemente
suceden, sin dejar poso sobre ningún personaje. Y esto me lleva al
segundo aspecto que he comentado: los personajes. En el primer tercio
se describen con buen tino, pronto conocemos detalles íntimos de su
personalidad gracias a recursos sutiles muy bien empleados. Eso está
muy bien, sin embargo, llegados a ese punto de conocimiento, no hay
mucho más donde adentrarse, y dado que no hay la más mínima
transformación psicológica, no hay donde arrascar.
En definitiva, más allá de la
conseguida naturalidad, de cierto transcurrir ameno y de algún
pequeño momento de humor, la película queda completamente
estancada. Es muy fácil de olvidar.