Lo que más me atrae de esta película, sonoramente bien aceptada, es que juega a ese juego de la ciencia-ficción pero en minúsculas desde el punto de vista de los efectos digitales. Como en otras películas como Código 46 o La isla en mucha menor medida, ese talento para hacer un futuro no muy lejano, es cierto, pero futuro, es la cuestión máxima, sobre todo para un director como Alfonso Cuarón, amigo de personalizar, de llevar al lado más humano cuanto hace.
De reparto al menos de bandera, puede que nos transmita una sensación de película muy distinta, abierta a otras fronteras, extensa al respecto del tema peliagudo o vital que presenta. Una hipótesis de alguna manera arqueológica, en la mente de los espectadores que buscan referecias en nuestro presente como tal.
Este cine de género difícil de definir, recordemos Mad Max, por aquí van los tiros, se ha hecho mayor, y algunos de los más atrevidos se suman a la cola de promesas en forma de cinta. Con un agresivo moldeo de las escenas, con una inquietante manera de profundizar en el tema en cuestión, algo de dinero (que lo hay) y una orginalidad palpable, puede que estemos verdaderamente ante una gran sensación de la temporada.