Clint Eastwood ha cocinado aquí un revoltijo de anteriores trabajos suyos, quizá como intento de salvar un guión demasiado pobre. Se nota que lo que más le interesa al director es analizar la repercusión social de un hecho que conmocionó a la ciudad de Los Angeles. En este sentido, se acerca considerablemente al sentido y estructura de Banderas de nuestros padres, dónde se paraba a reflexionar sobre el poder mediático de una fotografía, y la utilización interesada de esta. Aquí es la protagonista quien es utilizada por la policía ante la prensa, y después, en cierto modo y de forma consentida, por el pastor.
También puede haber algunos paralelismos con Mystic River, en cuanto a la temática de las víctimas infantiles y la pérdida de un hijo, aunque sobre todo en sus tonos más oscuros y su crudeza. Algunas reminiscencias a Ejecución inminente parecen más bien evidentes y, en general, la filmografía del director está presente.
Quizá por esta razón, o simplemente por que el material no era bueno, el film parece una fotocopia defectuosa de una película Eastwood. Se nota especialmente en la banda sonora y la fotografía, de un estilo claramente identificable como suyo (de hecho, de la banda sonora es comopositor, una vez más), pero tanto una como la otra parecen estar ejecutadas de carrerilla, sin ganas, a imitación de anteriores trabajos. En cualquier caso, fallan demasiadas cosas.
Lo primero que salta a la vista al comienzo, es que la ambientación no está demasiado trabajada, no sé si por falta de presupuesto o de ganas. Planos generales insultantemente digitales, barrios actuales levemente maquillados. Hay que ver lo poco que ha cambiado esta ciudad en casi un siglo. El vestuario es más bien caricaturesco. En definitiva, no me la creo.
Eastwood siemrpe saca el máximo de sus intérpretes y aquí, posiblemente lo ha hecho, el problema es que el máximo de Angelina Jolie no es como para tirar cohetes. Por mucho que se la vea llorar y gritar no termina de transmitir su sufrimiento. Su actuación es en su mayoría creíble, pero no puedo sentirla. Un director que siempre trabaja con lo mejorcito, aquí ha tenido que conformarse con una superestrella. Afortunadamente John Malkovich compensa con una afinadísimo y carismático pastor que deja huella en la pantalla, aunque su personaje finalmente no ofrezca lo que promete. Un buen trabajo también el de Michael Kelly, desde su humilde papel de detective concienciado.
El guión no es precisamente una herramienta de precisión. Sobran elementos por todas partes. La llegada del nuevo crío es de risa, y su relación con la protagonista, de opereta. Una vez que el problema del manicomio se ha resuelto, la película pierde el rumbo. Se para a contarnos el juicio del psicópata y su ejecución cuando ahí está ya todo el pescado vendido. No se entiende la razón de una duración tan dilatada. Por otro lado, como ya comenta mi compañero Hypnos, hay mucha brocha gorda. Los aplausos públicos y las torpes intervenciones del abogado no ayudan demasiado.
La imagen final que a uno le queda de la película es la de uno de esos caricaturescos y artificiosos dramas de Hollywood, de cartón piedra pintado a brocha gorda, con una superestrella llorando a raudales, repleta de concesiones y muy complaciente, donde los villanos son humillados en público o ahorcados.
Entretenida a ratos pero con demasiados defectos.