Con recorte para cines o sin él,
Misterios de Lisboa es una serie bastante corriente, con ambientación de época e
intrigas de cotilleo familiar. Viene a ser un Conde de
Montecristo, pero sin emociones. Se nos van desvelando secretos
muy ocultos que realmente terminan no teniendo ningún interés. Pero
lo peor es que la película quiere jugar a ese juego. Si fuera
simplemente un estudio sobre su época, sobre la sociedad del
momento, sobre el alma humana, sobre cualquier otra cosa, pero no es
nada de esto. Quiere jugar al juego de las intrigas, los misterios
como reza su título. Quiere jugar a un juego al que se lleva jugando
miles de años y aún así, fracasa estrepitosamente.
Raoul Ruiz se entretiene con
algunos planos algo elaborados, travelings de distinto tipo
(circulares, laterales...), algún plano secuencia de bastante
duración. En todo caso, y aunque se agradece el intento, y la
factura básica que se espera para su estreno en cines, es frío y
muy académico, sin aportar demasiado.
Hoy en día, cuando algunas series de
televisión no sólo comparten innovaciones con el séptimo sino que
algunas son precursoras; nos encontramos en un festival de cine con
el ejemplo más clásico de miniserie de relleno, basada en el
vestuario, los escenarios e intrigas mal contadas. No es un buen
ejemplo.