Película menor, que no busca tanto el trabajo redondo y perfecto, sino el tratamiento de unas gentes y sus circunstancias personales a manos de una historia que trata de ser un drama con tintes de alegría de vida.
Sin actores profesionales, Pablo Rivero (El ciclo Dreyer), es el protagonnista que arrastrará al espectador hacia una historia probablemente conmovedora pero carente de demasiados recursos técnicos que hagan más agradables los pasos de los minutos.
Un viaje, un barrio de Buenos Aires, y la reflexión de un personaje algo perdido es una oferta que hay que buscar exclusivamente, así pues ánimo a los apetecedores de la misma.