Crítica de la película Rampart por Olmo

Después de una deliberación que ha durado poco más de hora y media y después de jugar a la búsqueda del "personaje autocompletado", Rampart se ha quedado sin perdón, sin alas y sin respaldo. Al igual que su protagonista interpretado por Woody Harrelson, se queda sin combustible y muy a duras penas arranca de nuevo. Rampart ha pretendido ser un film negro que habla sobre "el estado de las cosas", la corrupción, la violencia policial injustificada, de América en mayúsculas, de los valores, la familia...vamos, nada nuevo. Pero ese nada nuevo con un edulcorante puede funcionar. En esta ocasión, no funciona. ¿Porqué? Hay razones.

Para empezar hay que decir que los primeros tres cuartos de horas son gratos, se disfrutan y aunque no sea una cinta de clicks, de bangs y de sangre, ha tenido una identidad propia, destacando la ausencia del espectáculo gratuito y la estética brutal de L.A más convencional a la vez que atractiva. Pero tirando  a la vez de tópicos tan necesarios y evidentes pero que se agradecen. Hasta ahí bien.

Sin embargo, se llega a obsesionar por  la búsqueda del personaje en mayúsculas, tirando a la basura el resto de aspectos no fallidos hasta el momento. El problema ha sido la falta de brillo, el desgaste de un personaje que se ha ido cansando y cansándonos a los demás y esto, amigos, le ha salido caro. Como consecuencia la película naufraga y se suicida. Un silla sin respaldo y que cojea. Ante una búsqueda continua del personaje autocompletado, se desintegra y lo que es peor, se desintegra la película. Sin ángulos ni perspectivas, sin alternativas y en consecuencia el resultado termina siendo una película que pasa con más pena que gloria con una interpretación de Harrelson fantástica. Lástima la amnesia del director por continuar la película en vez de estar a otras cosas. Fallida y sin completarse del todo.