De la producción oriental anual, el festival de San Sebastián no termina de atinar a quedarse con lo más interesante, ni con lo más representativo, ni con lo más innovador. Con el cine nórdico suele haber bastante acierto, pero no sé por qué, oriente no termina de entrar. Quizá sea por el empeño que ponen Cannes y Venecia en este cine, a nosotros nos quedan los restos.
Esta película es considerablemente irregular. Entiendo que ha sido seleccionada por su contenido político, denuncia, etc. Aunque ese no sea el centro de la historia, es lo único que puede aportar.
La historia de amor empieza bien, dentro de los modelos establecidos claro, nada especial. Pero la continua fragmentación de la historia hace que uno tenga interés sólo a ratos y no termina de definirse demasiado el rumbo de la película. El resultado lo comparto con los comentarios de un periodista a la salida: “estaba a punto de irme y entonces había algo interesante...”. Así me sentí yo, aburrido sin ver interés, a los cinco minutos me encontraba atendiendo a la película.
Demasiado dura para mi gusto, pero esto ya es más personal, comprendo que a muchos les gusta que le sacudan con el mazo. No veo ningún resquicio abierto a la esperanza en una película que de entrada te muestra en que acaba la cosa.
La dirección y la fotografía, bazas habituales del cine de allá no me ha aportado nada. Uno echa de menos un Kim Ki-Duk, Wong Kar Wai, Park Chan Wook... Un tanto decepcionado. Aunque como digo, tiene cosas buenas.