Yo no recuerdo algo así en el cine. En el tramo final de la película era incapaz de controlarme, de controlar mis lágrimas, de controlar el dolor y la tensión en el estómago, cada vez lo sentía más pequeño, de controlar mi respiración, de controlar mi rabia.
Al salir del cine, e intentar hablar, me temblaba la voz y de nuevo me costaba controlar la emoción, las lágrimas. No recordaba que el cine puede ser tan poderoso.