Philadelphia y El silencio de los corderos. Sin estos dos títulos, el cine sería diferente. Se podría decir que Jonathan Demme, autor de ambas, ya ha pasado a la historia. Sin embargo, nos encontramos ante películas filmadas a principios de los noventa. Desde entonces, Demme lo único reseñable que ha ofrecido es El mensajero del miedo, película que me gusta mucho, pero que no pasará a la historia como las otras dos citadas anteriormente.
Lo mismo pasará, probablemente, con ésta Rachel getting married. Una película más sencilla, cotidiana y, si se me permite, más festivalera. Una película seria pero amable sin la transcendencia de un drama homosexual con música de Bruce Springsteen, sin el serial killer más potente de la historia del cine y sin militares manipulados por el gobierno. Sin trascendencia y sin artificios, cabe la posibilidad de que el espectador acabe un poco aburrido en su butaca asistiendo a una historia que facilmente le podría pasar al vecino de enfrente.
En efecto, ésta película tiene el peligro de resultar vulgar y caer en el olvido en el instante posterior a los créditos finales... pero Johathan Demme bien merece ese riesgo.