La principal conclusión que saco de esta película es que, aunque pretenda ser una película sobre la crisis económica que estamos viviendo, una gran crisis como ésta necesitaba de una gran película, que no es el caso de Up in the air.
Con todo, considero que la película funciona bien durante la primera hora, con un George Clooney haciendo poco más que de él mismo, con un montaje muy ágil, con un guión que se mueve con paso firme y con sutileza entre la crítica, la descripción y, sobre todo, el humor. Siendo tan trascendental como la filosofía del propio personaje de Ryan, y con una Vera Farmiga realmente espectacular. Ahí la película claramente funciona. No se trata de ninguna obra maestra, pero sí de una notable comedia.
Claro que al bueno de Reitman parece que tanta liviandad para tratar un tema, en el fondo, tan atroz como los masivos despidos, y el peligro de que quizá su película fuese tachada de frívola, le llevan a querer dar un giro al tono con el que venía tratando la película, para intentar ser trascendente, y ahí es donde la película naufraga.
El intento de Clooney por cambiar de vida, todo el episodio de la boda de su hermana, la conversación telefónica que mantiene con Vera Farmiga tras su visita a Chicago y, sobre todo, el incidente del suicidio, llevan a uno a preguntarse realmente sobre la dirección que están tomando las cosas. La película se vuelve limosa, y su ritmo decae hasta empezar a aburrirle a uno.
Al final, la película termina con las ganas de habernos querido decir algo, que no es más que una excusa por su tono frívolo, pero olvidándose de que no ha existido evolución alguna en su personaje. Claro, es que el personaje de Ryan es muy cinematográfico, tanto que no es real, tanto que la vida que vive no le ha enseñado nada. Y cuando uno quiere contarnos cosas con la película, con su mensaje, dejando intactos a sus personajes, deja a uno frío.
Reitman juega a ser Billy Wilder y fracasa.