Basada en uno de los cuentos de Eça de Queiroz, adaptado a los tiempos modernos claro, la película tiene como director al "incansable y archiconocido Manoel de Oliveira" (Belle toujours). A sus 101 años nos ofrece este film y uno no puede creer que sea por despedida. Sus 64 minutos de duración ya dan pistas de que la adaptación seria del cuento ha obligado a dejar un poso de cambio mínimo, por eso, y por su teatralidad acercarse a la película es un pacto entre espectador y obra que no se puede tomar a la ligera.
El espíritu teatral y lento de los diálogos, de las situaciones a una vez que se fundan con una música al uso y correcta, quiero decir correctísima, no valen para cualquier animoso que se atreva con ella. Es un cuento de siempre, de antes, con la educación de no herir los sentimientos y a base de imágenes sugerentes, pero no por ello subidas de tono. Imágenes de otro tiempo que nos llenan el alma con sensaciones de otras pantallas del cine. Probablemente un intenso juego de posiciones entre una pareja, o un sueño enamorado donde refugiarse una hora.