Singularidad nórdica pero con ese encanto que siempre nos despierta. Thomas es la ópera prima de Miika Soini que debuta en la dirección y a su vez se encarga del guión de la misma. Prepárense para los largos silencios y los planos estáticos. Será brillante en su conjunto pero analizándola minuto a minuto puede ofrecer momentos de bostezo.
La singularidad de este film también está en su título. Tan sencillo pero mayúsculo a la vez. Queda bien claro quién en su protagonista y que la ausencia de la palabra quedará sumergida en favor de las imáganes, del recuerdo, la música de violines y las tazas de café. Un film agradable de corriente pesimista que a su vez concede al espectador la amplia gama de colores con la que se camufla el ser humano. El frío de Finlandia nos contagiará y no esperen un guión con gran dinamismo porque no lo habrá. Será estricto, fiel a la idea de la que nace pero discípulo de la superficie y que no nadará mar adentro.
Esta vez toca una de la escuela de la vida a cargo de un país escandinavo capaz de dejarnos con la boca abierta y que le pasa el testigo a todo ese público que no duda en elegir a Thomas como la película para ver con tranquilidad y atención. Entrañable y nostálgica, dirigida sobretodo al público más mayor que puede entender mejor la película momento a momento y no tanto en su conjunto. Un punto interesante a destacar son los setenta y tantos minutos que dura la cinta. Demasiada extensión con historias tan sencillas pueden llevar a una película muy perezosa y tener momentos de altibajo. En esta ocasión así no será y fluirá facilmente, sabrá salirse de posibles baches y completar así una ópera prima con elegancia y simpatía.