Oro negro es la solución gala a este fin de semana. Y digo solución porque no se trata de una alternativa, no existen la dos opciones. Es el resultado cinematográfico. Puede que sin unas lentes dignas a priori nos pueda parecer incluso cutre a estas alturas que el mismísimo Jean-Jaques Annaud, director de películas esenciales en cualquier filmoteca como Enemigo a las puertas, Siete años en el Tíbet o El nombre de la rosa, nos la intente colar. Puede que no resulte atractiva, que no sea la propuesta comercial, lo sé. Probablemente muchos la descarten porque no se atrevan con la historia o el argumento, porque para viajar al desierto ya tenemos o tuvimos otras. Puede. Pero reitero, es el resultado cinematográfico lo que se premia. Estoy convencido que Oro negro tiene cine, que esconde calidad suprema tras un envoltorio algo dudoso y tan poco comunicativo. Algo parecido me ocurrió con Mongol. Salió ganando el cine, fue un premio para el espectador paciente y menos ambicioso con el placer inmediato. Y sino que se le digan a mi compañero William Munny.
Estoy seguro de que Annaud necesitaba respirar, darse un tiempo y aprovechar para darle sitio a proyectos no tan potentes y grandes comercialmente. Sería probable que es una apuesta muy personal, de que su intención es contar la historia desde el principio, en orden, esterlizada, vírgen. No la juzgen por su aspecto, el oro también puede ser negro y tan oro es. Anímense, salgan del recinto cómodo.