Crítica de la película El viento se levanta por Iñaki Ortiz

Dicen que Miyazaki se retira, es noticia del día. Nos deja, como su última obra, una pelíula atípica en su filmografía. Por su temática y su tono, está orientada casi exclusivamente a un público adulto. Trata una historia real y por ello apenas hay elementos de fantasía -aunque se recurre varias veces a los sueños para incluir la marca de la casa, como esos fabulosos demonios oscuros que van montados en las bombas palpitantes. En el resto de la película, la norma es la sobriedad y el realismo. Cigarrillos humeando constantemente (sorprende esa cantidad de tabaco, casi a lo Mad Men, en una película de animación de aspecto amigable). Un realismo que no impide que la factura visual sea exquisita, delicada, muy cuidada. En definitiva, lo que uno espera de un trabajo del maestro de la animación, aunque sin demasiadas licencias al simbolismo. Técnicamente no hay nada memorable, y aunque no hay por qué echarlo en falta, al espectador acostumbrado a las maravillas del autor, le puede quedar cierta sensación de sed.

El problema, a mi modo de ver, está sobre todo en un guión que no termina de definirse. El drama romántico, que prevalece en la segunda mitad, tarda en tomar importancia y le falta cierta base, algo de preparación. Por otro lado, por mucho que la película se vista de madurez, la historia de amor de mujer enferma en la cama, me resulta más propia de un lacrimógeno serial infantil. Por otro lado está el aspecto del reto ingenieril, que no sé si por puro realismo o por falta de talento, no termina de revelarse como una verdadera hazaña, sino más bien como una mejora constante y algo rutinaria. Quizá tenga algo que ver el hecho de que no se haya querido mostrar la verdadera clave de esos aviones: Pearl Harbor. Una fata de sinceridad que no ayuda al resultado final.

Una obra menor, por tanto, en la carrera del director, que se ve con gusto gracias a la belleza serena de sus imágenes y a algún momento verdaderamente bueno. Además, una oportunidad de observar un pasaje de la historia que no ha sido demasiado retratado -lástima que no se haya sido más valiente a la hora de hacerlo. Quizá el fresco de un tiempo y unos lugares es el mejor valor del film.

No será esta la película por la que se recordará a Miyazaki, pero se puede decir que se retira dignamente. Invicto.