Crítica de la película Che, el argentino por Romulo

Lo primero que he hecho al arrancar con esta precrítica es encender la luz de las cinco estrellas. E, inmediatamente, me he detenido, con un ligero deje dubitativo. ¿Por qué cinco estrellas? ¿Es Soderbergh un tipo merecedor de esta confianza? Pensándolo fríamente, puede ser que no. Y no hay nada mejor que hacer un repaso a su filmografía para comprenderlo.

Soderbergh arranca con la multipremiada y algo sobrevalorada Mentiras, sexo y cintas de vídeo, una cinta muy de su época. Luego llegan experimentos marginales como Kafka. Todo resulta en títulos interesantes, diferentes, la impronta de un realizador a tener en cuenta y de marcado perfil arriesgado y, siempre, imperfecto.

Pero pronto llega el volantazo: Cansado quizá de que sus riesgos y pruebas no fuesen apenas tenidas en cuenta ni por el público ni por la industria, Soderbergh salta a firmar Un romance muy peligroso, una pequeña tontería que, sin embargo, está plagada de encanto. Luego vendrán la interesante El halcón inglés, la insufrible Erin Brockovich, Traffic, otro título sobrevalorado, una prueba menor y autoalimenticia titulada Full frontal, el absoluto fracaso artístico de Solaris, más pruebas de estilo con Bubble, y más apuestas sin sentido alguno: El buen alemán (pura paja estilística). Y entre medias la entretenidísima saga de Danny Ocean, probablemente campo en el que mejor ha rendido Soderbergh durante este tiempo. Un trabajo superficial, ligerísimo, pero de buenísima factura.

Todo este párrafo de escueto repaso no sirve más que para comprobar que Soderbergh nunca ha realizado una gran película y que, para colmo, sus interesantes riesgos iniciales se han perdido. Sus salidas de estilo son, precisamente eso, meras fardadas de estilo, papel de regalo en colores distintos, lejos de lo habitual. Pero dentro, el regalo, ha venido fallando. Y uno se pregunta: ¿tiene Soderbergh algo que contar, algo con sustancia que regalarnos?

Así que mis cinco estrellas pueden parecer gratuitas. Pero es que en esta ocasión puede que haya dado con el material adecuado, la vida y bélica obra del Che Guevara. Desde luego, aquí sí hay sustancia. Todos recordamos aún la maravillosa película que firmó Walter Salles (Diarios de motocicleta), y sabemos que aquellos años ya no figurarán en el retrato de Soderbergh. Ahora tocan años de selva y lucha. Hay materia.

Y hay actor: Benicio del Toro promete convertirse de manera mimética y salvaje en el mismísimo Che. Es un actor con un potencial dramático por encima del registro medio, capaz de involucrarse hasta lo animal, en sangre y espíritu, en la recreación del personaje. Aquí, me la juego, merecerá y logrará el Óscar a Mejor Actor.

Soderbergh, con sus ínfulas de autor, querrá convertir su cámara en testigo y no en protagonista, dotar casi de un ritmo documental a las campañas de su retratado. Y esta vez ese estilo puede ser la vía perfecta para alcanzar a entender, si no al personaje, sí a la visión que de él tracen tanto Soderbergh como Del Toro.

Quizá haya llegado el momento de asistir a la primera gran película de Steven Soderbergh. O quizá no. Pero mantengo mi apuesta a cinco.

PD: Eso sí, es de suponer que habrá que esperar a ver el díptico completo para formar una opinión íntegra de la propuesta de Soderbergh.

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