Como ya anunciábamos estamos ante una tragicomedia. Una de esas en las que en ningún momento nos olvidamos de reír, ni siquiera en los peores momentos, pero no por ello nos hacen menos mella. A uno se le queda cara de tonto al ver con la resignación y hasta chispa que Cándida cuenta sus desgracias como si fuera un chiste. Esto hace a la película, de entrada, más entrañable, más humana, y quizá más película.
El fallo serían, en mi opinión, las concesiones excesivas que se toman con el personaje del presentador del telediario, llevadas hasta el extremo en la escena del directo de Cándida, que además de ser mil veces vista, es innecesariamente ingenua y metida a martillazo limpio. No está a tono con el estilo irónico del resto.
Se echa en falta quizá algo más de post-postmodernismo. Si ya se incluye gran parte de los tristes sucesos de la vida real de esta señora, ¿por qué no ir hasta el final? ¿Qué necesidad hay de inventarse al presentador de televisión teniendo su trabajo como crítica en la radio con Gomaespuma? Todo eso habría sido mucho más interesante a mi modo de ver, y por supuesto habría dado mucho más juego.
Con todo, una película entrañable, divertida, de momentos de carcajada y muchos de sonrisa. Con un personaje impagable como es el de cándida con frases, expresiones y tropiezos verbales aún más impagables y una imagen muy representativa. Cándida representa a un grupo reconocible por todos nosotros, pero a su vez no deja de tener su propia personalidad. Una luchadora humilde que sin duda lleva su coraje en sus gérmenes.