Este es, sin duda, el 1 más 1 de todos los que he puesto hasta ahora. Y es que esta película hace absolutamente todos los méritos para ganárselo a pulso.
Cada año nos taladran con estadísticas que reflejan el mal momento que atraviesa el cine español y todas estas cosas. Uno cuando ve bodrios como este se lo puede explicar.
¿Qué tiene esta película que tanto color despierta en mi rostro?
Para empezar tiene un guión malo de solemnidad. No sólo es previsible (si me dan un lápiz y un boli en el minuto 5 de película les escribo todo lo que va a suceder hasta el final); sino que además es tremendamente pretencioso. La guionista trata de jugar al "miren que detalles más sutiles tiene esta película", y lo que consigue es que pienses que a tu lado tienes a un señor con un altavoz gritándote las cosas. Ejemplo de esto sería la escena entre Mariano y Rocío en la cocina mientras comen magdalenas y hablan sobre la necesidad de ella de tener una nómina; el de "uy, me he pasado cortando naranjas; no te preocupes, si las envuelves no se secan"; la escena en la que Marta Beláustegui le lee al niño el cuento de los ositos; los juegos con el mechero; la conversación entre Rocío y el personaje de Marta Beláustegui de "en la vida hay dos tipos de personas: las que quieren arreglar la vida..."; unido con el anterior, el momento en el que el marido de la Beláustegui encuentra las naranjas partidas y las tira a la basura diciendo que "lo que está roto no se puede arreglar"; el plano de Marta Beláustegui absorta en la máquina de hacer zumo de naranja; la escena entre Sonia y su marido en el tíovivo; la aparición de una mendigo en la cafetería de Albatros cuando la despiden a ella; el cumpleaños en el que Mariano está con los botones mal abrochados y está hablando con Marta Beláustegui; y un larguísimo etcétera. Tan largo que termina por abarcar todas las escenas.
Incluso ese final con toque social. Porque no nos olvidemos que nuestro cine siempre tiene que tocar temas sociales, aunque no vengan al caso, y den como resultado escenas tan pusilánimes y torpes como la de la presentación de la línea "Pelícano".
Y, para colmo, ese final tan pretenciosamente original y moralizante hasta la médula, que no pasa de estética de anuncio del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales o de cualquier cosa, menos de cine, al menos, mediocre.
Los actores están mal dando vida a unos personajes planos y sin interés (¡que hasta mis vecinos son más interesantes!), con especial mención a Blanca Oteyza, que lo hace fatal; no transmite nada más que artificiosidad.
Lo que no entiendo es cómo un grande de nuestra producción se ha podido embarcar en un proyecto tan descabellado. Mucho se dice del cine estadounidense, pero al menos allí tienen inventada una categoría que actúa de filtro, los telefilms, que es donde deberían ir a parar pestiños como esta redefinición del principio de arquímedes.