He de confesar que me he llevado una muy grata sorpresa al ver la cuarta parte de "El exorcista". Y esto quiero dejarlo clarod esde el primer momento. Evidentemente, no os asombréis en exceso tampoco si esa grata sorpresa sólo se traduce en tres estrellas. Porque, evidentemente, y como era de esperar, la película no es ninguna maravilla.
La película arranca con la premisa de la "precuela", algo que resulta ciertamente fascinante, yo creo que mucho más fascinante incluso que la secuela. ¿Quién era realmente ese Padre Lancaster Merrin? ¿Cómo se convirtió en ese personaje de leyenda que en la primera película aparece como único salvador? La historia engancha ya desde el primer momento, además, el guionista se ha encargado de meter misterio pseudoarqueológico del que tanto engancha. Aparte de la escena inicial del campo de batalla sembrado de crucificados, nos presentan la intriga de una Iglesia del s.V ¡en pleno Kenya! cuando aún el cristianismo no había hecho acto de aparición en esas tierras alejadas de la mano de Dios. Y, para más "inri", trazan la historia del Vaticano. Personalmente, no hay nada que me enganche más. Ése era el trabajo fácil.
Lo difícil venía después. Mantener la tensión, jugar con que el espectador lo sabe todo de "El exorcista", lo que provoca que el guión y el desarrollo de la historia se debata entre un ocultar y enseñar lo justo, un equilibrio entre lo de siempre y lo nuevo. Y es en esta fase, en la que yo creía que la película iba a naufragar estrepitosamente, y la que más me ha sorprendido. La presencia del genial Vittorio Storaro creo yo que ha contribuido decisivamente en este acierto. Y es que en la unidad de lugar en la que se había encajonado la historia, sólo una buena fotografía y una briosa dirección cabían. Y Storaro y Harlin lo consiguen. El primero con una maravillosa luz y oscuridad. Las escenas de noche son soberbias, y las escenas dentro de la Iglesia son una maravilla. Y, sobre todo, esa combinación que hace entre la luz casi amarilla del día en el desierto kenyata, y esa luz tan blanca, tan simbólica e irreal de los focos que portan los personajes. Incluso, el gran Storaro se permite divertirse con tonalidades verdes (un momento en el que el personaje de Sara está en su consulta velando al joven Joseph). El segundo hace gala de una incomprensible fuerza visual (¿de dónde la ha sacado?), hay planos de una gran fuerza y consigue mantener con muy buen tino la narrativa durante toda la película. Mención especial para la escena en la que la tribu kenyata intenta asesinar a Joseph. Y, por último, para concluir el apartado de gratas sorpresas, hacer mención a la magnífica forma en la que se enlaza "El exorcista" y su segunda parte. ¿Alguien más cree que Joseph es el joven Kokumo? Yo así lo entiendo, y eso me gusta y mucho (esa ayuda mutua que se dan en el exorcismo).
Ahora bien, la película hace aguas por otras muchas partes. Por ejemplo, la escena final de exorcismo es de muy ínfima calidad, al igual que la última escena mencionada por Sherlock en el Vaticano. De igual manera me parece que hay mucha escena superflua en la película, por ejemplo, la historia del arqueólogo jefe francés, al igual que el flashback por entregas de la 2ª Guerra Mundial.
Con todo, una interesante película de terror de serie B.