Nos llega desde Japón una película de terror con una historia extrafalaria entre manos. Un cámara de televisión descubre en los subsuelos de Tokyo una muchacha que al parecer se alimenta de sangre humana.
Lo que suele sucederme con el terror japonés es que no me lo creo, las caras que muestran, obligados por unos metódicos directores, ni me sorprenden ni me acercan a la historia. Esto es un problema por mi original que pueda resultar lo que me narren.
Esta ocasión no creo que sea distinto.