Paul Thomas Anderson es uno de los directores que más me interesa en este momento. Boogie Nights era una pequeña joyita repleta de virtudes; Magnolia fue toda una revelación, para mí una obra maestra; y, lo que es más importante, Embriagado de amor fue renovadora, refrescante, original. Así que si ahora el señor Anderson me quiere contar una historia de pozos petrolíferos del corte de la clásica Gigante, me parece perfecto, porque sé que será a su manera, con su mirada distinta.
La película es una de las que más nominaciones atesora de cara a la gala de los Oscars de este domingo. Es posible que al final se quede con poco más que aquello a lo que parece estar abonada: el Oscar para Daniel Day-Lewis, un actor que de sobra sabemos lo bueno que es y que aquí tendrá que aguantar casi todo el peso, pues está rodeado de caras bastante desconocidas.
Hace poco, la película ha gustado en el festival de Berlín, donde se ha llevado el premio de mejor director. También se llevó premio Johnny Greenwood, miembro de Radiohead, por la banda sonora de la película que promete ofrecer la modernidad que el argumento necesita a modo de contraste, como muy bien apunta mi compañero Hypnos en su crítica. El nombre de Radiohead era poco de lo que me faltaba para saber que nos encontramos ante una grandísima película.
Quiero ver la capacidad audiovisual de Anderson trabajando al máximo, quiero ver a un crecidísimo Daniel Day-Lewis, quiero disfrutar de una banda sonora que se convertirá rápidamente en un personaje más, como en trabajos anteriores del director. Pero sobre todo, quiero ver si es verdad lo que vaticinan mis compañeros, quiero ver si esta es la primera gran película del siglo XXI. Tener mis expectativas al máximo es presagio de decepción, pero lo que está claro que yo voy a estar ahí, no me lo voy a perder. ¿Y tú querido lector?