Crítica de la película Daisy Diamond por Iñaki Ortiz

La película empieza muy bien, y no me refiero al plano inicial del rostro de la actriz que es un tanto decepcionante, sino a la siguiente escena de violación. Nos cuenta el inicio de la historia y hace una elipsis elegantísima a tiempo después, con el llanto del bebé en el momento de la concepción, uniendo ambos instantes con la representación del casting y mostrándonos directamente la causa y el efecto de los problemas de la actriz.

Esto, hecho una vez resulta brillante. La segunda vez que utiliza el recurso ya no tiene tanta gracia. En el resto de las ocasiones es cargante, porque ya no funciona tan exactamente como elipsis y porque resulta completamente artificial que todas las escenas que la actriz representa hablen de su vida. No deja de ser una licencia poética que podría admitir.

Lo peor es lo reiterativo que puede llegar a se el guión. A mí me vale con ver una vez la escena de la mujer intentando trabajar, la cría se pone a llorar, la mujer se pone echa una furia y luego termina pasándosele un poco. Si se quiere dos veces, para recalcar que pasa mucho. Pero cuando uno ya ha visto lo mismo varias veces seguidas sin aportar mucho más que un inicio de jaqueca por los desagradables llantos de la niña, acaba saturado. Que la aguante su madre, yo quiero ver un poco de cine.

Simon Staho, el director, tiene el mismo problema que en Bang Bang, Orangutang, y es que a mitad de la película siente que se la ha acabado la trama y tiene que pasar a otra cosa. En este caso, una vez que la madre acaba con la vida de la niña, una de las pocas escenas que valen la pena, pasamos a otra cosa. Concretamente a la carnaza pura y dura. Desde luego es más entretenido que aguantar a la cría llorar, pero no deja de ser más cantidad de escenas reiterativas, y admitámoslo, carnaza pura.

No lo salva la carnaza y tampoco lo salva el homenaje a Persona de Ingmar Bergman. Homenaje explícito por los extractos del film que vemos en pantalla, y homenaje implícito por parte del argumento e intenciones concretas. No se salva por ahí porque flaco favor le hace homenajeándola con una película repleta de rutina y de indiferencia. Y es triste que con los temas que trata me provoque indiferencia.

La actriz, Noomi Rapace, está bastante bien, una interpretación intensa y precisa. El resto del reparto no desmerece. El problema es que Staho provoca con su nueva manera de dirigir, un empacho de primeros planos que desluce toda buena interpretación.

Una fotografía blanca, blanquísima, y una dirección que elimina el escenario sustituyéndolo por unos fondos uniformes para que sólo importen los personajes. Me ha resultado tan abusiva como en su anterior película pero sin conseguir a cambio la experimentación de la otra.

Me temo que este director tiene buenas ideas y mucha creatividad pero cada vez aguanta peor los 90 minutos de rigor. Es una pena.