Lo sorprendente de esta película francesa es que llegue casi tres años más tarde a nuestro país, rodeada como está, al menos, de cierto aire de cine especial y de envergadura, no tanto por su capacidad artística, no es una película de fotografías y proezas de cámara, sino por su guión y personaje principal, la niña Stella.
Uno puede recordar muchas historias poco canallas sobre niños en un mundo que les rodea apabullantemente inadecuado que transcurren en mitad de sonrisas y pocas lágrimas, pero este no es el caso, al menos en la forma de cocinarlo. Si bien el humor está presente con su voz en of delicada, el drama también aunque desde un punto de vista tragicómico e infeliz. Se trata de una película fácil de ver, realista, intensa y sobre todo con ritmo, no de un juego de niños para que todos estemos cómodos y ya está.
La directora, propone por tanto una radiografía del mundo de la niña mostrándonos a una el mundo de sus padres, de su entorno adulto, y las formas de adaptarse a ello sin echarse a perder, no en vano se trata en parte de una autobiografía. Cine poderoso por su atrape, cine bueno, cine que hay que ver.