Stephenie Meyer, la escritoria y responsable de Crepúsculo, con todas sus consecuencias, le regala al cine una novela con la que poder dar rienda suelta a las posibilidades de taquilla de una historia de amor que vuelva a movilizar a la adolescencia más pura. Se trata de La huésped.
Saoirse Ronan (Hanna o City of Ember) se hace cargo del papel principal en medio de un futuro incierto donde la humanidad se enamora hasta poseída. Aunando ciencia ficción y la doctrina amoroso/tierna que ejercen los ojos caídos y abrazos cercanos de las historias de la escritora, Andrew Niccol se atreve a dirigir un film que necesita de su capacidad de dirección con la acción y los efectos digitales ya demostrada en In time. Uno no puede olvidar películas como Gattaca en su haber, pero es otra historia, fue deteriorando su carrera pasando por Simone hasta El señor de la guerra y terminar en este punto sin retorno.
Alguna que otra escena espectacular lucirá una película de diálogos presumibles y sin fuerza que acabarán ahogándonos en un mar de espíritu humano interno a favor del amor que es lo que nos mueve. Mensaje ya mil veces transmitido pero pasando del romanticismo vital de siempre y trasladándolo a posturas superfluas para no reventar entrañas. Cine agotador pero efectivo creando entradas.