A algunos directores les gusta
provocar. Es el caso de Steven Soderbergh que viene
bravuconeando con una peli de stripteases masculinos, y hay quien se
animará pensando en los tíos buenos de los que va a disfrutar. Lo
malo es que su provocación suele quedarse más en un atrevimiento de
diseño. Cuando von Trier se pone a ello, no se corta en incluir
pollas y lo que haga falta. Por el contrario, Soderbergh nos va a dar
una película de stripteases de cintura para arriba. Que digo yo que
a estas alturas, el torso de Matthew McConaughey está más
visto que el culo de Mel Gibson. Una vez aclarado que es Soderbergh
amaga pero no termina de rematar, lo que sí hay que decir es que sus
películas siempre tienen algo.
No tendrá el descaro sin complejos de
Verhoeven en Showgirls, nunca sabrá golpear con sus excesos.
Al contrario, habrá medido milimétricamente, como una canción de
math rock, el diseño estético de la película para adaptarlo
a su versión estilizada del universo del desnudo comercial. Igual
que en una de sus películas recientes, Contagio, conseguía
una imagen terroríficamente aséptica; aquí captará el vicio que,
siendo como es él, nunca podré ser real (es decir, cutre) y se centrará
en el interior de los personajes escapando de los clichés de este
tipo de producciones.
Soderbergh tiene dos tipos de
películas, las comerciales, que hace por dinero y las
experimentales. Lo curioso es que creo que le salen mejor las
primeras, pero lo que no termino de ver es en qué liga juega esta.
Por un lado tenemos dos claros reclamos, el citado McConaughey y el
bailongo Channing Tatum que ya ha participado en varias
películas de baile para adolescentes (lo siento, no soy capaz de
distinguirlas, todas tienen casi el mismo título y el mismo poster).
Pero por otro lado, el planteamiento es extraño, y puede caminar por
derroteros que dejen fría a la espectadora viciosilla. Veremos.