A nadie se le debe escapar a esta alturas de la película que Woody Allen es un autor muy prolífico. Tanto que últimamente parecía que se estaba dedicando a hacer una gira a lo Golden Globe Trotters por ciudades europeas, como una especie de franquicia que le lleva a dirigir una película postal de una ciudad europea a cambio de financiación. De hecho, hace no mucho se pudieron leer unas declaraciones en las que aseguraba que le apetecía rodar junto a Carla Bruni. No sé si Sarkozy estará dispuesto al capricho.
El caso es que parece que tanto hablar con Penélope Cruz, Woody Allen ha tenido una especie de conexión con Pedro Almodóvar y en su nueva película nos plantea su particular vuelta a los orígenes, tal y como el director manchego hiciera en Volver.
Vuelve a Nueva York y vuelve a la comedia que se basa en un personaje principal ácido, y en constante contradicción con el mundo que le rodea. Y de hecho, vuelve al pasado con un guión que escribió en los 70 para Zero Mostel, y que en esta ocasión es para Larry David, el cocreador de Seinfeld, todo un gurú de la comedia y el sarcasmo.
Allen promete mucho de ese tipo de humor con el que se ganó todo su prestigio, en una película que divertirá, pero que no jugará por mostrarse como la obra maestra que es Match Point.