Este es el claro ejemplo de la no necesidad de convertir serie de televisión de éxito en film de larga duración. Con la excusa de llevarlos al límite, a los seres amarillos tan queridos, se les expone a decisiones y actos que no son del todo actos de su personalidad, por lo que algo del espíritu de la serie, rápida y dinámica en resolver los problemas, resulta poco creíble, demostrando poco de la familia Simpson.
Por otro lado tenemos la necesidad por parte de la dirección y guión de apelar a estímulos de ecología y demás, como no dejando escapar al gran público de la sala. No sé si es de agradecer, pero los discursitos terminan por acomplejar a la película, no siendo los Simpson, y de nuevo lo repito, porque ni siquiera Homer fue nunca tan tonto.