Canino es una película que
llama la atención, sin duda el típico título del que hablar. Su
premisa marciana, sus decisiones atrevidas, el contenido perverso...
en definitiva una película con vocación provocadora. También es
cierto que cada vez es más difícil provocar y según el bagaje de
cada cual, del cine retorcido que lleve a sus espaldas, esta película
se puede situar entre una inofensiva película atrevida o una
transgresora historia repleta de tabúes. Yo la encuentro más cerca del
primer término.
La realización, sencilla y sin
alardes, está cargada de unas asimetrías y desequilibrios viciados que responden
perfectamente a la atmósfera insana que se respira en esa casa. Así
mismo, las interpretaciones extrañas y cortantes, encajan a la
perfección en este microuniverso estrafalario.
Quizá se echa de menos que la alegoría
que podemos encontrar fácilmente detrás de estos sucesos no esté
más rematada. La censura, el control, el absurdo cumplimiento de
normas arbitrarias (religiones)... todo eso podemos encontrarlo en
esta película, pero sin que haya un ejercicio intelectual completo.
Se trata más bien de retazos. Desde luego que una película no tiene
por qué contar con un planteamiento ideológico, o un mensaje claro,
pero un cine de estas características (de inicio tan disparatado),
es carne de alegoría y de poco más que un entretenimiento curioso.
En cualquier caso, de vez en cuando son
necesarias estas premisas argumentales dispares y la película sabe
no quedarse a medias y ataca con una serie de escenas dispuestas a la
provocación. Consigue no aburrir a pesar de su ritmo tranquilo y su
espacio cerrado. Nos habla de la educación, de la condición humana, del estado, de la religión... nos habla de muchas cosas aunque no termina de concentrarse en nada.