Crítica de la película Outrage por Romulo

Kitano está muerto para el sentido común. No quiero ser tajante y lapidario y decir que también, definitivamente, para el Cine.

Hace tiempo que Kitano se dio cuenta de que en todo el globo le miraban con gesto de respeto, como quien mira a cualquiera de los grandes creadores del Cine actual. Y entonces se lo creyó. Y dejó de hacer cosas interesantes por acertadas (unas) o por valientes aunque fallidas (otras). Y pasó a hacer mierda que además es automierda en la que el sentido (ninguno) y motivo (digámoslo así) no es más que él. O mejor dicho: Su ombligo.

Pero hete aquí que, con sus últimas payasadas, se llevó la hostia de todos. Bien furibunda, de las que suenan, un buen golpe de timbal en pleno carrillo. Y Kitano se ha sentado, culo al suelo, y habrá debido pensar: Mejor que vuelva a mis polis y yakuzas impertérritos, secos, directos, casi mudos.

Sabemos que ésto es lo que domina pero nos preguntamos: ¿Y ahora, qué aporta este retorno a lo ya explorado? ¿Puede sumar algo en ese terreno, nuestro querido Beat Takeshi, o va a reincidir en la copia de sí mismo que ya terminó por ser en su fase anterior?

Los tiempos de Sonatine ya pasaron, desgraciadamente. Los del sentido común, también. Los del Cine, el que sea, lo descubriremos en Cannes.