El osito de Berlín se ha dormido y anda un poco remolón y torpe. Su película baluarte, Miel, ha pasado con más pena que gloria por el Festival de San Sebastián. Pasará desapercibida respecto a otras más interesantes y esperadas. Una lástima.
Y es que a golpes de interpretación de un niño encantador no puedes ganarte al público ni menos tirar de toda la película. Me ha dejado un sabor dulce a miel pero demasiado espesa porque ha sido un film muy tímido, poco salvaje, nada aventurero y conformista. El guión aparece muy vago y apenas hay dinamismo. Aún así, el lenguaje cinematográfico de la naturaleza, el hogar, la pequeña escuela...crean un clima bonito aunque ha sido poco intenso y apenas da tiempo para poder saborearlo. Va a golpes y de vez en cuando uno termina por desconectar y vuelve al cabo de unos minutos sin haberse perdido nada. Cuidado con el bostezo, cuidado con el cansancio acumulado, esta no es una película para cualquier tipo de espectador. Esta es para los que están calvos de ver las iraníes de turno y el resto del año arañan estos títulos.
Aún así me ha gustado. Lo que me disgusta del tema es que tire del niño de turno, de parábola. Un buen film de características conocidas pero de las que enriquecen el alma y estremecen el corazón, las cosas como son. Qué vamos a hacer, un tropiezo en el Zinemaldi.