El giallo, como bien sabréis, es ese subgénero del terror italiano de los 70 en el que el argumento no es especialmente cuidadoso con la verosimilitud y las tramas habitualmente son rocambolescas hasta el extremo. Tampoco viene mal un villano armado con un gran cuchillo, escondido convenientemente en la casa de una damisela sexy, con las más oscuras intenciones. Open Windows no esconde este homenaje por mucho que lo estilice con un formato tecnológico, presente también en la trama de superhackers. El cuchillo, la chica, la mirada viciosa. Nacho Vigalondo toma a Sasha Grey, antigua reina del porno, y nos convence de que su escena de enseñar las tetas tiene algo de transgresión. Lo hace además, como lo hizo con Bárbara Goenaga en Los cronocrímenes, no solo justificándolo por guión, sino convirtiéndolo en engranaje de la trama, desligando el aspecto puramente sexual del valor que tiene emocionalmente para los personajes. Me explico: el personaje le indica que enseñe las tetas, pero no lo hace por placer, como sería lo lógico como hecho aislado, sino con una segunda intención como se ve dentro de la trama. Y esto que digo vale lo mismo para esta película que para Los cronocrímenes.
Pronto vemos que, como en muchos giallos, hay una carta blanca desacomplejada. Esto también lo hemos visto en revisiones recientes del género, como pueden ser Les nuits rouges du bourreau de jade, o L'étrange couleur des larmes de ton corps, en las que el argumento es inverosímil en la primera y casi abstracto en la segunda. He utilizado antes la palabra "superhacker" y es que debemos asumir que todos los hackers son todopoderosos. Ya desde la increíble transparencia de la fachada -que por cierto, nos transporta a Hitchcock, unido con el tono de voayerismo que hay al inicio- vemos que todo vale y cuando asistimos a las reproducciones 3D y demás, asumimos que nos encontramos básicamente dentro de una licencia fantástica. Como quien ve X-Men. A esto hay que unirle disparatados giros patrañeros que están fuera de cualquier intención de realismo. Vigalondo es sincero, desde el principio, por lo que cualquier crítica a la verosimilitud está fuera de lugar. Lo que me preocupa más es que con tanto salto mortal, uno termina perdiendo el interés de si el villano es quien es o es su madre que se ha hecho un lifting y un cambio de sexo. Aunque el ritmo de la película, por su propia premisa formal, es imparable, esto hacia el final pesa, y el espectáculo se resiente un poco.
No sé si lo más importante, pero sí al menos lo más llamativo de la película es, obviamente, el despliegue tecnológico. Especialmente en su primer tercio -después se centra más en la trama y el juego interactivo se vuelve más moderado, lo que por otra parte es de agradecer. Este inicio hará las delicias de Brian de Palma: "pantalla partida" y "plano secuencia" al mismo tiempo, como en aquella brillante escena de El fantasma del paraíso. Aquí he entrecomillado ambos conceptos porque lo son y no lo son. Es pantalla partida en cuanto a que vemos varios planos a la vez, pero no está formalmente partida sino que transcurre así dentro de la acción -también De Palma utilizaba este recurso en Snake Eyes, por ejemplo, grabando monitores. Por otra parte, tampoco es un plano secuencia en el sentido que se ha rodado de manera fragmentada, pero sí lo es en cuanto a que no hay corte sobre la pantalla del ordenador (no lo hay en toda la película, de hecho). En cualquier caso, una virguería de montaje y planificación. No tanto de guión, pues el cheque en blanco que tiene desde el principio le sirve para justificar cualquier punto de vista. Todo viene a ser un found footage en tiempo real (¿el primero que se hace?), y ya sabemos las licencias que suele haber en este tipo de formatos. Más aquí donde, desde el principio, vale todo. Esta elección formal respresenta muy bien nuestro tiempo, donde somos bastante multitarea y, demasiadas veces, compaginamos una película con la interacción de Internet.
La tecnología no solo está presente como estilo sino también como contenido. Es una historia de hackers. Esto lo aleja un poco de los giallos clásicos, más bien góticos, de ornamentación casi vintage. Pero no muy lejos de este movimiento, encuentro similitudes en películas francesas como Nuits Rouges, de Georges Franju, donde además de haber un gusto por el exceso y el argumento imposible, hay elementos de tecnología carta-blanca, con cámaras y controles remotos de coche. Además, la patraña deliciosa por excelencia, el maquillaje, que aquí también la tenemos. Y el estilo carnavalero, que aquí lo vemos en el villano o también en la primera aparición de los hackers franceses, casi un trío de electrónica europea.
Un momento de Nuits Rouges, similar al concepto de Open Windows.
Open Windows dentro del cine español
No sé si tiene algún sentido contextualizar esta película dentro del cine español, pero lo cierto es que se pueden encontrar similitudes con otros trabajos de los últimos años. De Almodóvar, por ejemplo, ese homenaje a los clásicos, a Franju sin ir más lejos en La piel que habito, con sus excesos y con un peso más importante en la propia referencia que en la historia en sí misma. Este gusto por mostrar las propias preferencias también va en consonancia con Isabel Coixet y su Mapa de los sonidos de Tokyo, donde incluía todo tipo de fetichismos personales. De la última película de Jaime Rosales (quién lo hubiera dicho), Hermosa Juventud, su fabulosa secuencia sobre la pantalla de un ordenador. Con Balagueró y Plaza, comparte la experimentación con el found footage de la saga de REC. Con Rodrigo Cortés por su planteamiento extremo en Buried. Y, por supuesto, con Grand Piano de Eugenio Mira con quien comparte varias cosas. Lo obvio: Elijah Wood. Pero también el homenaje a Hitchcock (en aquella El hombre que sabía demasiado, en esta La ventana indiscreta), y por el estilo Brian de Palma, especialmente en sus primeros tercios. Y también por el "control remoto" que ejerce el villano sobre el protagonista.
Independientemente de la valoración de la película, lo cierto es que Vigalondo insiste en experimentar y atreverse con opciones arriesgadas, en lugar de relegar este tipo de aventuras solo a los cortos. Veremos qué es lo que nos tiene reservado para la próxima, pero esa introducción fantástica, al estilo de Dr Who y fantasías similares dejan con ganas de ver una incursión suya en esos terrenos.