Tendríamos que hacer más caso a este tipo de algarabías de producciones, que también buscando llamar la atención, y con poco cine como tal (además de ser documental), tratan de sorprendernos en esas tediosas tardes de festival, como en el de Málaga de este año, donde juega sus bazas el film de Óscar Vega (Raluy, una noche en el circo).
Sin esperar demasiadas mejoras técnicas en el sector, el momento interesante es ese juego nuevo de ser curioso, mostrando un tema que bien se cita en el título, escuchándolo desde otro prisma, analizándolo desde cierta dosis de humor, pero no tanto comedia, ahí seguro que se encuentra agusto el espectador, y seguro el creador del susodicho metraje.
¿Qué puedo decir?. La verdad es que el agua fresca siempre viene bien. Y aunque será olvidada pronto, sus intenciones probablemente perdurarán en las ansias de seguir en esto, y todos los amantes de cosas medio nuevas, estaremos de enhorabuena. Adelante.