El cine fantástico y de terror hecho en España es impredecible. Lo mismo te sorprende con una gran película que te decepciona con producciones terriblemente casposas. Por fortuna, los nombres implicados en este proyecto prometían de inicio. Nos hallamos, ni más ni menos, que ante el trío más prometedor del nuevo cine de autor de terror patrio. A las cámaras, Jaume Balagueró y Paco Plaza, hombres con tantos aciertos como desastres a sus espaldas. Tras ellos, el afamado guionista Luiso Berdejo. Un equipo competente que desde un primer momento es consciente de lo que se trae entre manos: un film de terror que de verdad pretende asustar al espectador. En ese sentido, Rec es buena. Rematadamente buena. En otros sentidos, también.
Como si de un programa de televisión se tratara, seguimos en directo las andanzas de un reportaje nocturno realizado en la ciudad de Barcelona. Se trata de un seguimiento de lo más convencional al cuerpo de bomberos de la ciudad condal que durante su inicio se desarrolla con un realismo digno de todo elogio. Si no fuera por una serie de pequeños detalles, uno se cree que lo que está viendo es de verdad un reportaje para televisión. Apuesto a que más de un espectador no se daría cuenta si lo viera directamente en su pantalla. Aprovechan los directores para meter ciertos toques de humor en los diálogos entre los reporteros y los encargados de apagar los incendios. La noche transcurre sin incidentes. De pronto, un aviso de emergencia. Una anciana está dando problemas en una casa y bomberos y reporteros se dirigen al lugar del evento. Es ahí cuando da comienzo el espectáculo de Rec.
Podríamos hablar de ritmo medido, atmosfera opresiva, de mecanismos bien usados y técnicas perfectamente aplicadas… No lo haremos. Basta sacar a la luz la palabra talento. Eso es lo que les sobra a los responsables de la película para lograr un producto que mira cara a cara al espectador, que lo asusta a través de los ojos de unos seres que no llegan a ser zombis pero tampoco humanos. No hay miedo a las comparativas. A su lado, El proyecto de la bruja de Blair parece una película trasnochada y aburrida. Tampoco a desarrollar el argumento y meter por doquier pequeñas pinceladas de drama o humor negro, pero sin olvidar siempre cual es el propósito del film. Esta es una de esas películas que da autentico miedo en la sala de cine, algo casi imposible hoy en día. Exageraciones aparte, lo cierto es que el film mantiene al espectador pegado a su butaca, esperando que la cámara enfoque el siguiente susto. Sabemos por donde va a venir y sin embargo caemos una y otra vez en su juego. Eso solo quiere decir que el trabajo realizado es sensacional. Ayuda especialmente la labor de la actriz Manuela Velasco, que hace un papelón a lo largo de toda la película y contagia al resto de actores con su profesionalidad.
Quizás lo más sensacional de Rec sea su tramo final, pura traca de sobresaltos y aciertos. Esa imagen de los zombis subiendo por las escaleras es de las que se quedan grabadas en la memoria. Es entonces, atrapados en el ático del edificio, cuando entendemos que no hay salida posible para nuestra joven reportera y su sufrido cámara, testigo invisible de los hechos. Comprendemos que hemos asistido a una pequeña tragedia, registrada solamente por la grabación, el celuloide, esa materia que precisamente atrapa nuestros miedos y los proyecta hacia el exterior. Es por eso que ulteriores explicaciones no son necesarias, como tampoco necesita el film recurrir a una escena en la que los militares disparen a quien intenta salir del edificio. Le bastan los gritos, las reacciones ilógicas pero forzadas por el miedo y la desesperación de sus protagonistas para ser creíble. Esto no es Aquí no hay quien viva ni lo pretende. Es simplemente una comunidad de vecinos en la que se ha colado un virus que transforma a las personas en bestias asesinas. Todo esta lleno de zombis y los supervivientes temen por su vida. Nosotros también.
Rec roza la categoría de obra maestra. Los premios que obtuvo en Sitges son perfectamente merecidos y deja en ridículo a esa otra producción seleccionada para los Oscars de cuyo nombre no quiero acordarme. Todos los pequeños defectillos que pudiera tener el film a nivel argumental -consistentes básicamente en dar demasiadas explicaciones en su tramo final- quedan compensados por las inacabables virtudes que atesora en todos y cada uno de sus aspectos, ya sea el narrativo, visual o técnico. La película de Balagueró y Plaza es una de las mejores producciones nacionales de los últimos años y en cierto modo una obra cumbre dentro del cine de género. Su film es un auténtico tren de la bruja, trepidante, corto y repleto de sustos. Todas las alabanzas que pueda brindarle serán pocas. Me quito el sombrero ante su talento.