Hay que reconocer antes que nada que Polanski es un director que siempre se ha movido por terrenos muy resbaladizos. Sus películas son siempre propuestas arriesgadas, incluso incómodas de ver o plantear. Ello sucede con sus últimos proyectos: "La novena puerta", "La muerte y la doncella", "Lunas de hiel", "Frenético" o "Piratas". En cambio no le sucedió esto con su último trabajo hasta la fecha, la aclamadísima "El pianista", donde por fin encontró la veta que necesitaba y buscaba. La explotó poniendo toda la carne en el asador, todos sus recuerdos y vivencias de la infancia. Y triunfó como nunca antes lo había hecho.
Pocos años después ha decidido volver a la carga intentando aplicar un concepto parecido: la pena. Porque igual de penosa fue la vida del pianista que la de Oliver Twist. Se aleja un poco del Polanski de siempre, del sórdido, del resbaladizo, del imperfecto.
En este proyecto parece haberse escudado en una gran producción donde veremos grandes decorados, una gran reconstrucción histórica, y un gran rótulo de "del director ganador de un Óscar de la Academia"...
Ahora bien, quizá deba pensarse que Polanski se ha podido equivocar. Ya que me espero que la película va a girar en demasía alrededor del personaje de Fagin, interpretado por Ben Kingsley. No veo en el nóvel Barney Clark a un poderoso Oliver Twist. De hecho me temo que voy a echar en falta esa sordidez en la ambientación de la obra, y eso que Polanski podría ser el indicado, pero me va a defraudar en ello, en una dirección sin garra ni empuje, quizá dominada por el exceso de dirección artística, y la fotografía de Pavel Edelman estará excesivamente influída por la de "El pianista". Echaré en falta niebla, oscuridad, claroscuros. Y, quizá, lo peor, seguiré creyendo que la versión de David Lean de 1948 es superior, sobre todo, por su fino sentido del humor. Y eso que Polanski tiene un gran sentido del humor, pero no en su último trabajo hasta la fecha, ni en éste.
En suma, esta obra es heredera de "El pianista", pero inferior, sobre todo, porque Polanski no va a aparecer y va a quedar sepultado pro el texto y Kingsley. En definitiva, una mala elección de proyecto. Lo cual no obsta para que el pequeño polaco haga otra demostración de saber hacer y dirija impecablemente, eso sí, sin lo que le distingue de los demás. Una obra de artesano, excesivamente clásica.