Tengo fe ciega, y nunca mejor dicho, en la tanatografía, en esta película y en las personas que viajan con ella desde sus cimientos hasta el resultado final, además, un buen pulso y pálpito me persigue con ella. Hoy me la juego con un género complicado, el de los sustos, pero que parece que esta vez tiene ciertas garantías como para salir adelante entre el gran público.
Luis Berdejo, que participó en Cuento de Navidad o REC, secunda un guión que parece basado en una historia nueva, con ganas de utilizar una fotografía al servicio de una historia oscura y no tanto a la sensación del noctambulismo total que obliga al espectador a sospechar de cada sombra. Una historia que se adentra en un misterio y de vez en cuando te asusta o te mueve en la silla, pero no de forma gratuita. Cuando estos dos asuntos se juntan pues me siento contento de estar en la sala y simplemente me dispongo a disfrutar. Los finales, lo sé, dan algo de miedo, pero puede que en esta ocasión todo esté en equilibrio. A las órdenes de la banda sonora, un Zacarías de la Riva que me convence, lo hemos oído en La mujer del anarquista, Carmo, El último justo o La monja.
En el apartado de la dirección un desconocido, incógnita, pero dicen que serio director, o al menos poco amigo de cosas raras. Los actores, dos promesas que se hacen un hueco, Alberto Amarilla y Leticia Dolera, el primero muy televisivo se quita el San Benito (Fuga de cerebros), la segunda empezó suave pero asciende con la madurez firme (Un café en cualquier esquina). Dos caritas no nuevas pero al menos con ganas de hacerlo bien, sin estereotipos que pueden dar lugar a una dosis mayor de realismo. Encima ayudando desde la experiencia tendremos a Alex Angulo (Casual day) y a Geraldine Chaplin (El orfanato).