Cualquiera que siga esta página con cierta asiduidad ya conocerá de sobra que este Batman de Nolan no me resulta en nada ni conmovedor, ni merecedor de los excesos y parabienes que una determinada comunidad de cinéfilos no ceja en otorgarle. Anoche, ante la abúlica programación televisiva volví a ver Batman begins, que no es que sea una película que gane con el tiempo, sino que es un ejemplo de película que sigue manteniendo, años después, todo aquello que dije en su día sobre ella.
El caballero oscuro fue otra cosa. Nos dejamos de historias machaconas sobre caernos para volvernos a levantar, sobre el miedo y sobre el símbolo y demás tonterías (insisto, son tonterías cuando se intenta "justificar" de manera realista lo que al final es otra historia más de un tipo que se disfraza para impartir su justicia) y se sube a la ola de un personaje como es el del Joker, de excesos, que sirve para hacer una metáfora sobre el terrorismo que tiene su aquel. Nolan juega a rodar una película de superhéroes como si se tratase del Heat de Michael Mann o de uno de los Padrinos de Francis Ford Coppola, y la película gana enteros con respecto a la primera, si bien repite algunos de los problemas intrínsecos al cine de Nolan.
Llega el verano de 2012 para cerrar la trilogía e intentar reponerse a la enorme pérdida de Heath Ledger y de su Joker, Nolan apostará por una obra megalítica, como ya hizo en su entretenimiento que fue Origen, donde se dedicó a la acumulación de tramas y a apostar por la excesivamente presente partitura de Hans Zimmer.
Desde su, para mí una de sus mejores películas, Insomnio, Christopher Nolan se ha embarcado en una lucha estéril por la locomotora de la narrativa, de la que quizá en Origen y en esta última entrega de Batman certifiquemos su fracaso. En la penosa (sobre todo por su final) El truco final, la filigrana narrativa estaba apoyada sobre certezas; cosa que no le sucede en la acumulación de tramas de Origen, basada en el artificio de diferentes niveles de sueños dentro de un sueño. Eso hace que su cine no deje de tener un cierto aroma impostado en su resultado final, no siendo tan genuino ni teniendo la fuerza de, por ejemplo, cualquiera de los montajes paralelos de Coppola en sus Padrinos.
En esta ocasión, Nolan incorpora a su groupe a Anne Hathaway como Catwoman (las comparaciones, una vez más, con Michelle Pfeiffer serán inevitables) y a Tom Hardy, con el que ya trabajó en Origen, al igual que Marion Cotillard. Lo demás, la apuesta es la misma.
Juego con la ventaja de que hasta el mayor defensor de este Batman en la tierra, Sherlock, se ha apeado del burro, por lo que estoy deseando entrar con el estilete bien afilado para disfrutar, echándome unas risas, de cómo arde la Roma de Nolan.